"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


viernes, 27 de mayo de 2011

El sentido del olfato impulsó la evolución de cerebros complejos en los mamíferos


Después de miles de millones de años de evolución cósmica el Universo puede por fin contemplarse y pensarse a sí mismo. Se necesitaron cientos de millones de años de evolución biológica sobre este planeta para que la inteligencia avanzada apareciera, pero para ello se necesitaron muchos pasos, cambios que, poco a poco, posibilitaron que usted, estimado lector, pueda ahora, por ejemplo, comprender lo que hay aquí escrito.

Ciertas moléculas ya permitieron a las células de las primeras esponjas comunicarse entre sí, sentando las bases para que después aparecieran las primeras neuronas. Una vez hubo sistemas nerviosos los animales pudieron sentir el entorno y ver el mundo. Pero la Naturaleza tuvo que ensayar múltiples maneras de crear un cerebro hasta que un mamífero, el ser humano, consiguió uno que le permitía la autoconsciencia y el pensamiento abstracto.

Nuestro cerebro, y nosotros mismos, provienen de unos pequeños animales que vivían a la sombra de los grandes dinosaurios. ¿Qué tenían esos mamíferos que no tuvieran los dinosaurios? En 160 millones de años la evolución de los dinosaurios no dio con la inteligencia, pese a que dominaron todos los nichos ecológicos durante todo ese tiempo.
La rama evolutiva de los mamíferos empezó durante el Pérmico, hace unos 260 millones de años, con los cinodontos. Estos animales no eran todavía mamíferos y recordaban más a los reptiles. Tenían cerebros pequeños comparados con el tamaño de su cuerpo y bulbos olfatorios deficientes. Los bulbos olfatorios son las estructuras cerebrales que pasan la información olfativa al cerebro, por tanto, su sentido de olfato tenía que ser muy malo. Además, sus sentidos de la vista y del oído también eran muy pobres. Encima su coordinación era mala. ¿Cómo se mejoró todo esto hasta conseguir los mamíferos actuales?

Ahora unos humanos han estudiado algunos fósiles de los primeros mamíferos y proponen que el sentido del olfato fue el que espoleó la evolución de cerebros complejos en los mamíferos. Este estudio explicaría por qué en los mamíferos la evolución dio lugar a cerebros grandes y complejos, que en algunos casos es 10 veces mayor en proporción al tamaño del cuerpo comparado con otros tipos de animales.

Los investigadores estudiaron dos especies del Jurásico temprano de hace 190 millones de años encontradas en China: Morganuocodon y Hadrocodium. Se cree que criaturas como éstas fueron los precursores de los actuales mamíferos. Para hacernos una idea de su tamaño digamos que el cuerpo de Hadrocodium wui tenía prácticamente el tamaño de un clip para papel.
Según los hallazgos de estos investigadores, el cerebro de los mamíferos evolucionó en tres pasos. En el primer paso se dio una mejora del sentido del olfato, en el segundo un aumento de los sentidos del tacto a través de pelo corporal y en el tercero una mejora de la coordinación neuromuscular, es decir, una mejora en la habilidad de producir movimientos musculares diestros usando los sentidos.

Según Tim Rowe, de la Universidad de Texas, ahora tenemos una mejor idea de la secuencia histórica de eventos y de la importancia relativa de los diferentes sistemas sensoriales en la evolución temprana de los mamíferos.
Para averiguar todo esto, los investigadores se valieron de técnicas de tomografía computacional por rayos X, normalmente usada en Medicina, para reconstruir los cerebros de Morganuocodon y Hadrocodium a partir una docena de cráneos fosilizados. Básicamente se trataba de estudiar el hueco craneal que una vez alojó los cerebros de estos animales y esta técnica permite su reconstrucción tridimensional sin necesidad de destruir el espécimen. Las reconstrucciones digitales se han puesto libremente on line a disposición de todo el mundo. Gracias a estas reconstrucciones, los investigadores pudieron observar que la cavidad nasal y las partes relacionadas con el sentido del olfato aumentaron en los pre-mamíferos. Esto se dio junto a una ampliación de las áreas cerebrales relacionadas con este sentido y que normalmente procesan la información olfativa. Ambas características indican una mejora del sentido del olfato en estos animales.
El análisis también estudió la influencia del pelo corporal en el desarrollo del tamaño del cerebro. Los autores especulan que el pelo de los primeros mamíferos desarrolló rápidamente una sensibilidad táctil y una mejora en la coordinación motora.

En lugar de usar el vello como aislamiento térmico, los pelos sirvieron inicialmente como pequeños "controladores de tráfico" y permitieron a estos animales circular con seguridad a través de las grietas y evitar daños en la oscuridad. Este sentido del tacto finalmente dio lugar a la formación de campos sensoriales intrincados en el neocórtex de los mamíferos. Como el neocórtex está implicado en tareas de percepción sensorial y en la generación de las órdenes motoras, una mejora de sus funciones probablemente dio lugar a un ajuste de las tareas motoras y coordinación neuromuscular en los primero mamíferos.
Se cree que la necesidad de desarrollar estos sentidos probablemente vino de los hábitos nocturnos de estos animales. En la noche buscaban insectos de los que alimentarse y evitaban a los dinosaurios, que tenían hábitos diurnos.
En ambos tipos de fósiles, el cerebelo (región responsable de la integración sensorial-motora) creció tanto que empezó a plegarse sobre sí mismo. Este aumento en tamaño apoya la idea de que los primeros mamíferos desarrollaron una avanzada coordinación neuromuscular.
Al comparar los cráneos de estos animales con ejemplares de otros grupos, como los primitivos reptiles cinodontos (suborden de los terápsidos), los investigadores descubrieron que los cerebros de Morganucodon y Hadrocodium eran mucho más grandes que los cerebros de los precursores de los mamíferos.
Teniendo todo esto en cuenta, se podría decir que la habilidad de explotar la información olfativa del mundo que les rodeaba hizo a los primeros mamíferos extraordinariamente diferentes de otros animales, incluso de sus parientes evolutivos más próximos. Los patrones de organización cerebral en los mamíferos ya estaban en los estadios tempranos de la evolución de los proto-mamíferos.

Recordemos que los mamíferos tienen unas 10 veces más genes relacionados con el sentido del olfato que otros vertebrados, aunque en el ser humano muchos de ellos, relacionados con receptores de olor específicos, no sean funcionales.
Estos investigadores planean ahora explorar la posterior diversificación en el cerebro y sistemas sensoriales de los mamíferos según éstos evolucionaron.
Resumidamente, se podría decir que Morganucodon tenía un cerebro un 50% más grande que el de los cinodontos y al poco tiempo después el cerebro de los Hadrocodium se expandió otro 50%. Hace 65 millones años, después de la extinción de los dinosaurios, evolucionaron los modernos mamíferos y el cerebro se expandió para el control neuromuscular y la integración de los diferentes sentidos.

Una vez el cerebro de los mamíferos se hizo más grande y complejo fue permitiendo el uso de nuevos recursos, como la visión en color, la ecolocación de los cetáceos o incluso la habilidad de sentir el campo eléctrico del ornitorrinco. En los primates la evolución modificó lo que ya había en los cerebros y los expandió aún más. Finalmente esto dio lugar a los seres humanos.
Todos nuestros pensamientos, obras literarias, sentimientos o descubrimientos científicos pudieron darse gracias a la evolución de esos animales de los que ahora sólo nos quedan sus fósiles, cuando la necesidad de procesar la información olfativa expandió sus cerebros. Los mamíferos no consiguieron grandes cerebros para pensar, sino por necesidades más básicas y urgentes. Todos esos resultados intelectuales mencionados antes son sólo un subproducto de ello. Sin duda, es algo sobre lo que se puede meditar.

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